Infancia Misionera, la obra pontificia dedicada los niños, cumple 175 años


La Obra Pontificia de la Infancia Misionera acaba de celebrar este año su 175 aniversario: fue el 19 de mayo de 1843 cuando Mons. Charles de Forbin-Janson, obispo de Nancy, fundó la Obra de la Santa Infancia y la confió a la protección del Niño Jesús. Monseñor Charles, aceptando la sugerencia de Pauline Jaricot, fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe, pensó en algo sencillo y pequeño que santificara a los niños: una breve oración diaria y un pequeño sacrificio mensual y, precisamente a través de estos dos instrumentos misioneros, los niños del mundo estarían unidos. En 1922, la Obra de la Santa Infancia, como también es conocida la Obra de la Infancia Misionera, fue proclamada Pontificia por el Papa Pío XI, junto a las otras dos Obras, la de la Propagación de la fe y la de San Pedro Apóstol, siendo asumida directamente bajo la responsabilidad del Romano Pontífice. Con la Obra de la Santa Infancia nace un nuevo estilo de misión, que pone en el centro de todo la gracia del bautismo, de la que brota la misionariedad de cada cristiano y reconoce también el derecho de los niños a ser misioneros. Por primera vez en la Iglesia, los niños son sujetos activos de la evangelización, son los protagonistas de la pastoral y, en su sencillez y humildad, revelan su valor: la Obra cumple la misión de salvar a los niños con los niños, la salvación de la que habla Jesús.

Los niños son los más vulnerables y más expuestos a los fenómenos sociales. Al mismo tiempo, son la parte más prometedora de una sociedad, porque representan su presente y su futuro, y, también, la más frágil, porque tienen menos posibilidades de defenderse. La Obra pretende promover la infancia no porque siga siendo el receptor pasivo de una ayuda, sino para que se prepare a ser un miembro activo en la Iglesia y en la sociedad.

La Obra Pontificia de la Infancia Misionera se extiende hoy a más de 150 países y sostiene, a través del Secretariado Internacional y los donativos recibidos de todo el mundo, miles de proyectos de solidaridad que ayudan a los niños de los cinco continentes. El objetivo es proporcionarles los instrumentos necesarios para poder vivir de manera digna su propia vida, tanto física como espiritual. Los ámbitos de compromiso son la animación y formación cristiana y misionera, la pastoral de la infancia, la educación preescolar y escolar, la protección de la vida. En todo el mundo, la Obra está ayudando a unos 20 millones de niños. En 2017, se financiaron 2.834 proyectos por un total de 17.431.260 dólares, a través del Fondo Universal de Solidaridad, constituido por los donativos de niños de todo el mundo: entre todas las iniciativas, recordamos el Líbano, donde la Obra Pontificia de la Infancia Misionera ha financiado una escuela situada en una zona en la que los estudiantes provienen, no solo de diferentes orígenes sociales, sino que también pertenecen a diferentes religiones (musulmanes, drusos).

En los últimos años, han aumentado los proyectos de autofinanciación de orfanatos, escuelas y parroquias, que piden subsidios para la cría de pollos, cabras y cerdos, o para pequeños jardines y huertos, que sirven para alimentar a los niños y, al mismo tiempo, educarlos para que cuiden de los demás y de la creación. En Malawi, una diócesis comenzó un proyecto, en el que se han implicado 50.000 niños pertenecientes a la Infancia Misionera, para reforestar su territorio.

Aunque la Obra Pontificia de la Infancia Misionera pertenece sobre todo a los niños y adolescentes, el mensaje que anuncia está dirigido a todos aquellos que desean colaborar. En la formación misionera de los niños, es muy importante el papel de la familia, de los educadores y de los animadores que, con su testimonio, preparación y dedicación, forman a los pequeños misioneros en los valores del amor, la solidaridad y el compartir.