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La vida es para vivirla amando. Da igual donde estemos, lo que hagamos, cómo vivamos, lo que nos hace felices es amar. Este ha sido el mayor descubrimiento de mi vida y esto es lo que me ha llevado, después de una gran búsqueda, a dar mi vida a Cristo anunciando la fe en los lugares donde Él me pide. Hoy vivo en Colombia desde hace casi un año y llevo casi 20 años de vida misionera en la comunidad de Servidores del Evangelio. 

Aquí en Colombia la vida no es tan fácil como en otros lugares. En este país sigue habiendo violencia y drogas como algo no poco común. Los chicos con los que trabajamos tienen problemas familiares serios: su papá está en la cárcel, al hermano le dieron un tiro por problemas de drogas, muchos no tienen padre,…

Nosotros intentamos dar a los jóvenes un sentido y un motor profundo para amar y luchar en la vida a través de la experiencia de un Dios vivo. A través del anuncio explícito y muy creativo del Evangelio (juegos, teatro, música,…) los chicos descubren que sus vidas no son una más, que son importantes, que son muy valiosos y que pueden orientar sus vidas a crear un mundo mejor ahí donde están. Dios les ha creado para una misión. Están en este mundo por algo y no por casualidad. No están condenados a vivir la vida que sus papás o la gente a su alrededor ha vivido. ¡Ellos pueden vivir otra cosa! Y ver su intento diario por vivir distinto me es de gran impulso.

La vida en este país es muy distinta a la vida en España: la gente es diferente, las costumbres son otras, la historia del país es muy distinta,… pero en el fondo mi experiencia es que todos los hombres somos iguales y necesitamos una motivación y una esperanza grande para afrontar todas las dificultades en la vida, que no son pocas. Y todos necesitamos un motor grande para invertir la vida en la transformación de este mundo. ¡Esta es la misión de todo cristiano en esta tierra!                                                                    

                                                                                                                                                                                                                                                                      Alicia Nieto, 42 años,

Servidores del Evangelio