El documento conjunto de los Institutos Misioneros de la Fundación Italiana, hombres y mujeres.

Los Superiores y las Superioras Generales de los Institutos exclusivamente misioneros de fundación italiana (masculinos y femenino, Combonianos, Consolata, PIME y Javerianos), estimulados por la convocatoria del Papa Francisco del Mes Misionero Extraordinario de octubre de 2019, han redactado un documento destinado a revitalizar la missio ad gentes en el actual contexto social y cultural.

En el primer capítulo del documento, titulado “Un encuentro que nos ha cambiado”, recordando las palabras que pronunció San Pablo VI en Manila en 1970, reafirma que "la misión no puede ser un hecho individual y solitario sino, esencialmente, un evento de comunión, un sentir cum ecclesia: con la Iglesia universal y particular de la que nosotros los misioneros somos expresión y por la que somos enviados, y con la Iglesia particular a la que somos enviados”.

En el segundo capítulo, “Los Institutos Misioneros ad Gentes”, se toma nota de las dificultades que marcan la identidad, el sentido de pertenencia, las estructuras, los métodos y los lugares de compromiso: “Para algunos, la afirmación de que ‘todo es misión y en todas partes hay misión’ revela, en realidad, cansancio y falta de motivación para la misión ad gentes, cuya complejidad y diversidad, si se interpretan de manera subjetiva, a menudo se convierten en una razón para reclamar una misión como ‘propia’. El malestar también implica la formación y la animación misionera, donde los criterios y los métodos son puestos en discusión por los cambios de época y repentinos en curso. De igual manera, en la vida religiosa, observamos un debilitamiento del sentido de pertenencia, acompañado por una disminución drástica y el envejecimiento del personal (especialmente en los países occidentales)”.

Los Superiores y las Superioras Generales, por tanto, sienten la necesidad de una formación inicial más experiencial y menos teórica, atenta a los aspectos humanos, relacionales, motivacionales de los candidatos y a la necesidad de aclarar, desde el comienzo del itinerario formativo, el carisma ad gentes, ad extra, ad vitam y sus implicaciones.

Ante las dificultades objetivas no debe haber lugar para el desaliento: “Creemos que se necesita la audaz humildad de intentar caminos nuevos y de dejarnos interpelar por la misión, por los pobres, por las personas con quienes compartimos la vida”. Los fundadores de estos institutos han tenido fuertes raíces en la Iglesia local, de la que son una expresión de misionariedad y de testimonio: “Por eso, con una conciencia más viva, deseamos reiterar que nuestra contribución se configura como anuncio misionero a los lejanos, a las periferias existenciales y más allá de los límites geográficos de nuestra Iglesia de pertenencia. A pesar de que la reciente reflexión misionera hable también de misión inter gentes, es decir, de una misión global no vinculada a criterios geográficos y jurídicos, para nosotros el calificativo ad gentes conserva toda su validez”.

En una época en la que se insinúan cada vez más el miedo y la sospecha hacia el extranjero y el emigrante, estos institutos consideran que es también tarea suya “favorecer el encuentro entre personas y el diálogo entre culturas y religiones diferentes”, para “facilitar un intercambio fecundo entre las Iglesias locales en los diversos continentes” y, con la mayor humildad, “recordar a la Iglesia local su compromiso misionero contra la tentación de las auto referencialidad”.

En el último capítulo, “La Misión”, se observa que las situaciones cambiantes del mundo y de la Iglesia nos obligan a repensar los modos de hacer la misión. Por lo tanto, se necesitan nuevos paradigmas que den un marco de referencia a la acción misionera. “Anhelamos un estilo de misión marcado por la reciprocidad, donde el misionero y la misionera es al mismo tiempo evangelizador y evangelizado”, escriben los Superiores y Superioras Generales, subrayando que “no puede haber anuncio del Evangelio sin metanoia, sin conversión, tanto en quienes la proclaman como en quienes la reciben (…). No puede haber anuncio del Evangelio sin parresia, sin el valor de proclamar la Verdad y de juzgar las estructuras de muerte y alienación que sofocan a los más débiles: no hay anuncio sin profecía”.

Finalmente, la misión también es colaboración “entre los institutos misioneros, la Iglesia local, los laicos y los líderes de la comunidad, y todas las personas de buena voluntad. Es necesario, especialmente, encontrar una mejor sinergia entre los institutos específicamente misioneros y las Iglesias particulares en las que trabajan”. Los Superiores y Superioras Generales concluyen que “la evangelización para nosotros es pasión, pasión por Cristo y su Reino y, de manera especial, pasión por los ‘pobres’ de la tierra, los explotados y los excluidos”.